Protegida bajo un cristal y ubicada junto al mobiliario original utilizado por los congresales durante la jura de la Independencia Argentina el 9 de julio de 1816, descansa una de las primeras banderas confeccionadas en el país. La segunda para ser más precisos. Se encuentra en uno de los sitios más emblemáticos de la capital: el Museo Histórico San Francisco, ubicado en el interior de la Iglesia y Convento de esta orden religiosa, al frente de la Plaza Independencia, templo que hoy en día está en un proceso de revalorización.
Esta reliquia data de 1812 o 1813 (no se sabe con exactitud) y se cree que fue confeccionada en la provincia con la finalidad de estimular el patriotismo y el nacionalismo de los niños que estudiaban en la escuela del Convento San Francisco, la única que existía por ese entonces en la ciudad de San Miguel de Tucumán.
El antiguo paño de 2,64 metros de largo por 1,50 de ancho de tafetán europeo se encuentra exhibido en una vitrina del museo, con sus franjas de color celeste y blanco gastadas. En su centro, lleva inscritas en grandes letras doradas las frases “Tucumán 1814 – A la Escuela de San Francisco donó Bernabé Aráoz Gobernador”. En ese entonces, el poder político de la provincia la utilizaba para solemnizar festividades, motivo por el cual era paseada por la ciudad.
Según investigaciones realizadas en la década del ‘60 por el historiador fray Luis Cano, que más tarde fueron complementadas por el doctor Juan Pablo Bustos Thames, se puede sostener que es una de las banderas de tres franjas más antiguas que se conservan en el territorio argentino. Otro dato curioso sobre esta enseña (nuestra historia encierra una enorme cantidad de pormenores y particularidades) es que su franja superior es más delgada, lo que le confiere una notoria asimetría a la bandera.