
Estudios de la Universidad de Manchester revelan que este modelo, lejos de impulsar la equidad, muchas veces bypassea a las economías locales, profundiza desigualdades y tensiona ecosistemas ya frágiles.
Los ejemplos abundan: una demanda judicial contra un nuevo lodge de Ritz-Carlton en la Reserva Maasai Mara (Kenia) por amenaza a tierras pastoriles; protestas violentas en Tanzania frente a desalojos ligados a concesiones de caza; o la crítica generalizada a la promesa de “alto valor, bajo impacto” que queda más en marketing que en realidad.
Ecoturismo en África: entre la promesa y la práctica
Angela Njehia, presidenta de Ecotourism Kenya, subraya que cuando se aplica correctamente, el ecoturismo genera empleos vinculados al conocimiento local, impulsa programas de formación para jóvenes y mujeres, y fomenta el consumo en mercados y granjas cercanas. Algunos lodges incluso reinvierten en escuelas, clínicas o sistemas de agua.
“Cuando se hace bien, las comunidades no son empleadas, son socias”, remarcó Njehia. Sin embargo, advierte que la mayoría de los campamentos de lujo prefiere exclusividad antes que rendir cuentas, y no participan en certificaciones. (Estos son los retos y desafíos del turismo mundial en 2026)
El espejo del greenwashing
La narrativa “eco” también enfrenta su propia contradicción: paneles solares y campañas de reforestación conviven con piscinas privadas, vinos importados y vuelos chárter exclusivos. Para Lynnet Kamonde, CEO de Ecotourism Kenya, el reto está en exigir auditorías, certificaciones y reportes transparentes que diferencien impacto real de simple maquillaje verde.
Pese a estándares como el Eco-rating Certification local o sellos internacionales como Green Key, la estructura sigue siendo desigual: gran parte de las ganancias se filtra al exterior, en manos de operadores o dueños extranjeros.
Modelos turísticos que funcionan
No todo son sombras. Proyectos como Saruni Basecamp, Mugie Conservancy o el Ngare Ndare Forest Trust en Kenia muestran que es posible integrar beneficio comunitario, conservación y lujo.
Desde turismo cultural Maasai hasta iniciativas de reforestación y protección marina, los ejemplos demuestran que el lujo puede significar co-creación y no extracción.
Incluso el African Travel & Tourism Association (ATTA) ha premiado iniciativas que combinan propiedad comunitaria y turismo de alto nivel, como Collection in the Wild o el esquema de Mara North Conservancy, que indemniza a pastores por ataques de depredadores.
¿Y ahora qué? Otros países debaten sus productos turísticos
Más allá de Kenia, el debate se replica en países como Mauricio, Botsuana o Ruanda, cada uno con respuestas distintas: mientras la presión ciudadana llevó a Mauricio a moderar su modelo de lujo, Ruanda continúa apostando por el turismo premium de gorilas, pese a las críticas por la falta de beneficios reales para la población.
La conclusión es clara: el futuro del turismo de lujo en África dependerá menos del glamour y más de la transparencia y la redistribución. Será necesario reforzar políticas, establecer esquemas de reparto de ingresos y empoderar a las comunidades anfitrionas. (Hoteles avanzan hacia un modelo más equilibrado, inclusivo y sostenible)
Como resume Kamonde, “el desafío es que la riqueza generada no se quede en discursos ni en manos externas, sino que llegue a la gente y a los ecosistemas que hacen único a este continente“.
